Porque podía haber dado más de mí cuando estuve en la escuela hogar. Porque siento que me dejé muchas cosas en el camino que ahora con la experiencia y la edad puedo ofrecerlas. Porque me gusta enseñar con cariño y porque siempre me ha gustado atender a los zoquetes, a los que no llegan, lloran, sacarles de su aislamiento y decirles que la vida sin ellos se queda a medias, que todos somos necesarios siendo como somos. No dejarles pasar por mis cursos sin enseñarles todo lo que pueden llegar a ser en cada momento.
Reconozco que me gusta mi trabajo, soy afortunada. Nunca me he aburrido con mis alumnos y creo que ellos tampoco conmigo, sino que se lo pregunten a ello o a sus padres. Ir todas las mañanas al colegio, cerrar la puerta de la clase e intentar dejar las cosas de mi vida y vivir con ellos cada día como si fuera nuevo te hace ver el mundo con otros ojos. Porque ellos así lo ven: escuchan, se sorprenden, inventan, sueñan, ríen, mienten, lloran, se pegan, se besan, se hacen amigos ... y es que trabajar con los pequeños es poder cambiar algo del mañana.
Ser profesora hoy día implica responsabilidad, querer serlo. Tienen que gustarte los niños, tener paciencia, dar lo mejor de tí misma, tener autoriad y saber cómo puedes llegar a ellos porque antes has visto, escuchado, ofrecido, enseñado y ahora recoges el fruto de lo que has participado.
Yo estoy tres años con mis alumnos, desde los 3 hasta los 6 años y crecen conmigo. El resultado final de esta etapa es sorprendente, creativo y algo único que sólo quienes tenemos la suerte de vivirlo sabemos de lo que hablo.